TranSahara 2015

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Madrid – Algeciras – Ceuta – Assilah – 790 kilómetros

TransSahara2015-2Una vez más en este año 2015 nos ponemos rumbo a Marruecos. En principio iban a participar seis coches, pero al final Antonio y Salva no pueden acompañarnos por un problema de salud de la hija de Antonio. Así que quedamos cinco coches: Paco que ira con Fernando en el G, y el resto iremos en Toys, Emilio que ira solo, Adolfo que también ira solo, Santiago que lo hará con su sobrina Livia y su pareja Unai (que viajaran en avión hasta Dakhla y allí les recogeremos) y por ultimo Alberto y yo mismo, que compartiremos coche.

Madrugón de los buenos para intentar comer algo en El Palmito, en Algeciras y luego tomar el ferry. Recogemos los billetes por el camino en viajes Normandía y llegamos algo justos de tiempo, por lo que decidimos tomar algo de lo nuestro en la misma cola de embarque. La travesía cómoda, excepto un bandazo que tira los platos del buffet del barco al suelo y nos hace inclinarnos lateralmente de forma desmesurada para el poco mar que hace, aun me pregunto a que fue debido, pero algunos se «acogotaron».

Desembarcamos, cambiamos dirhams para pagar el gasoil y los hoteles y pasamos la aduana en unos 30 minutos, que no está nada mal. Vamos camino de nuestro primer alojamiento en Assilah el Zelis y la policía nos para. No entiendo muy bien lo que me pide el policía, hasta que me indica que baje del coche y es que llevamos una bombilla de cruce fundida, dice que me tiene que sancionar, le contesto algo airado que de eso nada, que cambio la bombilla en el acto y punto, entonces de forma surrealista me pregunta si hemos cruzado el estrecho con Balearia (llevamos aun los billetes a la vista en el parabrisas) y cuando le digo que si y sin mediar palabra me dice que continúe, que ya cambiare la bombilla cuando pueda. Alberto y yo nos miramos sin entender que tiene que ver una cosa con otra pero así es Marruecos.

Tomamos las habitaciones y cambiamos la bombilla fundida, para lo que tenemos que quitar la batería, pues con ella puesta no cabe la mano y menos la mano con la bombilla, Toyota como siempre dando facilidades al usuario. Nos encaminaos dando un corto paseo a Casa García, restaurante donde venimos parando desde hace años. La verdad es que cenamos regular, (ya es la segunda vez) además hay que pedir las cosas setenta veces para que te las traigan. Es fácil que no volvamos, han bajado la calidad de sus platos y la atención al cliente, pero los precios siguen igual, es decir caros para un Marruecos.

Una ducha y a dormir que mañana tenemos la etapa más pesada y aburrida del viaje con diferencia, con casi 900 kilómetros de autopista y carretera.

Assilah – Agadir – Sidi Ifni – 893 kilómetros

Salimos muy temprano pues hoy es un día «espeso». Cuando nos incorporamos a la autopista Adolfo se despista y toma la salida equivocada, lo peor del asunto es que no encuentra un lugar para cambiar de sentido, si no a unos 50 kilómetros más adelante con lo cual a la «porretada» de kilómetros que hoy hacemos el tendrá que añadirle 100 Km. mas entre la ida y la vuelta. Ralentizamos la marcha para esperarle y por fin todos juntos de nuevo proseguimos la marcha. Cargamos gasoil y la buena noticia es que ha bajado desde nuestro último viaje, parece ser que los precios ahora los marcan las gasolineras en libre competencia, a lo largo del viaje nos encontraremos desde los 74 céntimos en el norte hasta los 48 céntimos en el sur el litro. En plena autopista un camión no permite a Alberto ver la salida que debemos tomar y nos la pasamos, nos toca hacernos cinco kilómetros hasta encontrar la forma de dar la vuelta, pero en cinco minutos lo tenemos solucionado.

Comemos de lo nuestro, la típica ensaladilla y la empanada de bonito en un área de servicio, mientras charlamos con los camioneros que están de ruta, transportando hortalizas y pescado. Los últimos 150 kilómetros se nos hacen tremendamente pesados.

Nos hospedamos en el hotel Bellevue. Cenamos bien, una sopa de pescado y un sargo muy fresco a la parrilla. Un poco de charla y a dormir que estamos muy cansados. El hotel (como su nombre indica) tiene una bella vista al Atlántico, concretamente en mi habitación y sin cargo adicional alguno se puede «disfrutar suavemente» durante toda la noche, de los destellos del faro de Sidi Ifni, dos destellos largos, uno corto, tres largos, etc., etc., la verdad es que me da igual, ya que me quedo frito en dos minutos.

Sidi Ifni – Sebkha de Tah – El Ayoun – 505 kilómetros

Los primeros 345 kilómetros son de una rectilínea y aburrida carretera. Por fin llegamos al primer escenario campero del viaje. La Sebkha de Tah. Solo puedo decir que es impresionante. Hemos pasado una docena de veces por delante, pero si no sabes que esta ahí no la veras jamás, confundida con su entorno desértico, a pesar de lo grande que es.

Se trata literalmente de un hundimiento de la parte superior del terreno que cubría un mar interior, y esa depresión ahora está a 55 metros bajo el nivel del mar. Tiene unos 30 kilómetros de largo por 10 de ancho y la sensación desde arriba es como si fuera el cráter de un enorme e irregular volcán, con unas paredes muy verticales llenas de depósitos de arena, de hecho solo podemos acceder a su interior por un paso en concreto. Recorremos longitudinalmente unos 12 kilómetros de ese enorme pozo (nos gustaría recorrerlo casi entero) pero lo que vemos a lo lejos no promete , se ve un cambio de color en la arena de claro a oscuro y más adelante lo que parece agua. Santi se mete en la zona más oscura y tiene que salir de allí a toda máquina pues es un barrizal de cuidado. Hacemos un par de intentos mas pero al final se queda enganchado en el barro, le sacamos con el winche y empezamos a buscar una salida alternativa, pero no existe de manera que volvemos al lugar por donde bajamos y bordeando la depresión tomamos una pedregosa pista, que más que ver intuimos.

La sinuosa pista nos conduce a la carretera. Estamos mas que contentos con la experiencia de haber contemplado este capricho de la naturaleza y casi no damos importancia al hecho de que no podremos circular por la playa, como era nuestra intención, pues nos hemos enterado que desde hace más o menos un mes está prohibido circular por las playas de Marruecos en coche e inclusive acampar. Marruecos se nos acaba en aras del progreso, algo que ya se veía venir, se están poniendo al día a marchas forzadas.

Estamos rodando por la carretera y una humareda sale del coche de Adolfo que ha reventado el embrague. Incluso se puede meter la velocidad sin pisar el pedal. Este es un trabajo para la barra de remolque que traen Paco y Emilio, la ensamblamos y despacito a El Ayoun. Por la carretera es más o menos complicado circular remolcando, pero cuando llegamos a la ciudad la cosa se complica y damos más de una vuelta. Estamos buscando el hotel Nagir. Le pregunto a un guardia y al parecer vamos justo en dirección contraria amablemente nos deja dar la vuelta en mitad del bulevar y la que liamos es parda, ya que el radio de giro con el remolque debe ser amplio y nadie le ha comentado a Santi (que es que el va tirando de Adolfo) que si da marcha atrás hay que invertir el giro, de la cabeza tractora, resumiendo la barra se dobla y además golpea el portón del coche de Adolfo .

Por fin llegamos al hotel y el recepcionista conoce a «un mecánico de confianza», eso dice el al menos, le llama y viene a los pocos minutos, nos confirma lo que ya sabíamos , el embrague esta muerto y bien muerto, la propuesta es que mañana las 8,30 vendrá con una grúa para llevarlo al taller, lo desmontara y verá si encuentran el repuesto, hoy no se puede hacer mas pues es domingo. Nos vamos a cenar unos tajines y a descansar, que el día también hoy ha tenido sus cosas y lo de Adolfo tiene muy mala uva.

El Ayoun – Dakhla – 538 kilómetros

No tiene sentido que nos quedemos todos con Adolfo en el Ayoun de modo que nos dividimos en dos grupos. Paco, Fernando y Emilio saldrán para Dakhla tranquilamente y Santiago y nosotros acompañaremos a Adolfo al taller a ver qué ocurre y estaremos telefónicamente en contacto con el resto de compañeros. Viene el de la grúa y nos vamos al taller. Se nos caen los palos del sombrajo. Estamos acostumbrado a los talleres de Marruecos pero este está por debajo de la media. Las herramientas del taller son como mínimo muy escasas, una cuantas llaves fijas, unas cuantas de tubo, un par de palancas, un martillo, un par de gatos hidráulicos y una taladradora, no hay mas, sin embargo el pálpito nos dice que Ibrahim el mecánico sabe lo que hace.

Desmontan todo tirados en el suelo, no hay foso ni nada que se le parezca. El embrague literalmente ha desaparecido hay trozos del forro que ya no tienen ni el remache que los fija, al metal. Con el modelo a la vista comienza la búsqueda del repuesto por la ciudad, que al final encontramos y además original Toyota, las cosas parece que se arreglan.

Desmontar y encontrar el recambio ha ocupado casi toda la mañana. Estamos aburridos como monos pues la espera se hace eterna. Hamet un niño de cinco años con una cara de listo impresionante lleva con nosotros un buen rato mirando. Se sienta a mi lado en el bordillo de la acera, no habla nada más que árabe y empieza a contarme algo, pero obviamente no le entiendo. Aunque le hago gestos de que no le entiendo ni una palabra el me sigue hablando suavemente, acepto el juego y también suavemente empiezo a contarle historias en español, el tampoco entiende nada, pero cuando paro de hablar, pensando que le estoy dando la matraca me tira de la manga y me invita a continuar, asintiendo muy serio a todo lo que digo y a veces esbozando una media sonrisa. Supongo que a todos nos gusta que nos hablen afectuosamente, aunque no entendamos bien el significado de las palabras, los gestos a veces son mas importantes.

Llega la hora de comer y el mecánico nos indica donde podemos hacerlo y nos acompaña, incluso habla con la chica que atiende el negocio y se vuelve a trabajar. Aun me pregunto porque no nos largamos de allí. Es el lugar más mísero donde jamás hemos comido, la servilleta es el dorso de la mano y los tenedores no existen, hay que tomar la comida al más puro estilo moruno untando el pan en el tajin de pollo que nos han puesto, si este día no he enfermado de cualquier cosa creo que ya estoy inmune de por vida.

Santiago tiene que marcharse ya, si quiere llegar a tiempo para recoger a Livia y a Unai en el aeropuerto de Dakhla, su avión llega sobre las 11 de la noche, así que allí nos quedamos Adolfo y nosotros.

Volvemos al taller lo antes posible más que nada por tener todo controlado. Volver a montar todo el embrague lleva un tiempo desesperadamente largo, por fin está listo y el coche va perfecto, aunque no han conseguido arreglar el portón trasero que no se puede abrir y Adolfo no puede acceder a su comida (la lleva en las cajoneras) pero eso es lo de menos ya compartiremos entre todos.

Salimos de El Ayoun a las 6 de la tarde, de noche por todo el mundo, con 538 kilómetros por delante, de una carretera infernal en la que los camiones son los dueños y señores imponiendo la ley del más fuerte, pueden invadir la mediana, someterte con sus luces largas, que solo quitan cuando les meto las paelleras de largo alcance. En algunos tramos los arcenes son una trampa mortal, con un escalón brutal o con montículos de arena o con obras señalizadas con pedruscos que harían volcar un coche si te descuidas lo mas mínimo . Eso por no hablar de varios controles a los que nos somete la policía que terminan por agotarte. Comemos algo de lo nuestro por el camino aunque ni hambre tenemos. Una vez más me reitero, la aventura y el peligro en Marruecos no están en el desierto si no en sus carreteras y si es de noche lo calificaría de Alto Riesgo. Cuando llegamos a Dakhla estamos literalmente muertos, repostamos hasta arriba 150, litros entre el depósito principal y el auxiliar y a dormir en el Sahara Regency .Es la una de la madrugada e intentaremos descansar lo máximo posible (nuestros compañeros pensando que llegaremos molidos han tenido el detalle de retrasar una hora la salida) pues mañana empezamos la travesía del Sahara Occidental.

Dakhla – Desierto – Smara – Hawza – Gaat Mezwar – Icht -1.200 kilómetros

Impresionante etapa maratoniana de cuatro días recorriendo el desierto puro y duro, alejados de las rutas más convencionales y por tanto más transitadas de Marruecos.

Un reparador sueño y el acicate de cuatro días perdidos en la «casi nada» hace que nos pongamos en marcha muy felices, pero la felicidad nos dura poco, más bien nada. No hemos hecho ni veinte kilómetros y Adolfo nos dice por la emisora que ha notado un golpetazo y se le han encendido varias luces del salpicadero, paramos y descubrimos que la correa secundaria se ha salido de su sitio y lo que es peor, una de las poleas ha desaparecido de su alojamiento, por eso se ha salido la correa. Vuelta a la barra de remolcar que habíamos reparado en El Ayoun, vuelta a Daklha y vuelta a esperar acontecimientos.

Nos llaman por teléfono desde la ciudad, no encuentran el recambio de la polea y nos piden que la busquemos por la zona en que pensamos se soltó del coche. Se nos antoja una «misión imposible» encontrar esa pieza de unos 10 centímetros de diámetros por dos de espesor en mitad de la tierra que nos rodea. Unos andando y otros en coche la buscamos y como Dios protege a sus criaturas la encontramos, está muy machacada de los golpes que se ha dado primero contra la carretera y luego contra las piedras de los arcenes, pero con ella en la mano nos dirigimos al taller donde intentaran poner en condiciones los desperfectos a base de radial y de lima.

A estas alturas de la película Adolfo dice que ya tiene bastante (no es para menos) y que abandona el viaje, el coche no está para afrontar las duras etapas que tenemos por delante y para colmo alejadas de la civilización. Hemos hecho todo lo que hemos podido por solucionar los problemas pero no lo hemos logrado. Nos veremos, bien en Agadir o ya en España en Algeciras y mantendremos el contacto telefónico. Nos despedimos de nuestro amigo deseándole toda la suerte del mundo, pero por lo que nos contara después en España sus padecimientos no hicieron si no continuar, lo que viene a demostrar lo acertado de su decisión de abandonar el viaje.

Son las 11 de la mañana cuando nos ponemos en marcha. Enseguida abandonamos lo negro. Esta zona la conocemos bien y no hay otra fora de superarla que navegar y navegar. El paso entre las pequeñas montañas de esta zona en ningún momento es claro ni definido y hay que moverse por intuición. Lentamente encontramos los pasos entre sus pequeños valles y por fin llegamos al muro que atravesamos sin problema. Una corta parada para comer algo sin perder mucho tiempo y proseguimos. Aquí ya comienzan las pistas claras interminables y las hamadas inmensas. Nuestro objetivo hoy era llegar al punto de rutometro70 y a pesar de salir tarde hemos logrado llegar al 59 todo un logro, mañana seguro que recuperamos el tiempo perdido. Preparamos el campamento y hacemos un barbacoa a base de producto ibérico. El viento que nos ha acompañado todo el día se ha desvanecido con la puesta de sol y nos está dejado disfrutar de unos muy agradables 18 grados, no tenemos leña para una hoguera, pero con el rescoldo de las brasas de la barbacoa es suficiente. Un poco de conversación una bebida con algún que otro grado y un purito y a la cama que no se puede pedir más.

Recogemos el campamento desayunamos y a las 8 estamos rodando. Intentaremos recuperar los puntos que no hicimos ayer y llegar al 137 que es nuestro objetivo para hoy. Pistas rápidas y más pistas entre las balizas del Dakar, pistas de arena o de piedra pequeña y alguna tolee ondulee, soledad y mas soledad, esta zona es la autentica nada. A Santiago se le vienen encendiendo algunas luces en el salpicadero, pero el coche funciona perfectamente, esperemos que la cosa se quede así.

En un momento de la navegación tenemos diversidad de criterios, Paco y Emilio navegan con su mapa de Traces Maroc y nosotros con el Topo, de manera que dos coches van por un lado y otros dos por otro, coincidiremos unos pocos puntos más adelante. Nos distanciamos lo suficiente como para que las emisoras de dos metros no capten señal alguna. Nada más pasar uno de los múltiples muros nos reencontramos, lo que demuestra que los dos sistemas de navegación son eficaces.

Santi despliega su toldo «atómico» y comemos debajo de el. Continuamos camino por esas llanuras interminables zigzagueando entre las balizas del Dakar. El ritmo es muy bueno y logramos recuperar lo que perdimos ayer y además encontramos un lugar perfecto para acampar cerca ya de Smara. Hoy la temperatura ha bajado a 14 grados. Nos ponemos algo más de abrigo, un buen gorro de lana y preparamos unas migas con chorizo y huevos fritos que quitan el sentido. La tertulia no dura demasiado pues no tenemos ni fuego de leña, ni las brasas de la barbacoa que den algo de calor, de modo que cada mochuelo se retira a su olivo y a los pocos minutos el campamento es un puro ronquido.

A las seis de la mañana ya estamos levantados y hace un frío considerable, seis grados marca el termómetro del coche, que unido al vientecillo que ya se ha empezado a levantar hace que la sensación térmica no sea lo que se dice agradable.

Después de recoger tiendas y pertrechos y desayunar nos ponemos en marcha y ahora es a nosotros a los que se nos encienden todas la luces del cuadro de mandos, toqueteamos por todas partes y se apagan, creemos que el culpable es una de las tomas de mechero que estaba algo fuera de su sitio, la encajamos bien y hoy la tendremos en observación, pero afortunadamente no vuelve a darnos problemas. Salimos a carretera, llegamos a Smara donde ponemos gasoil después de pasar los controles, compramos pan, unos bollos y plátanos. Tirando por la pista que corre paralela a la antigua carretera española nos vamos a Hawza. Las pistas con distintos firmes se suceden y desde luego están en mejor estado que la antigua carretera española que tiene socavones por todas partes.

En Hawza se puede observar que primero el paso de la guerra y después el paso del tiempo no ha dejado casi ni un muro en pie de las antiguas instalaciones españolas, solo quedan unas pocas ruinas. Recogemos una botella peculiar (por su forma) de cerveza el águila entera con el logo grabado a fuego y un casquillo de munición de grueso calibre. Hacemos unas fotos a las tumbas de los que allí murieron y reemprendemos el camino. Cruzamos de nuevo el muro que en este caso está rodeado de casamatas de ametralladoras en ruinas con un despliegue defensivo superior a la de otros puntos del muro.

Atravesamos la Gaat Mezwar, es impresionante circular por esa llanura que parece asfaltada de una arena compactada color amarillo blanquecino que hace daño a la vista. Una foto en mitad del lago y subimos la trialera que da acceso a la meseta superior sin problemas. Nos paramos unos minutos donde Gandini nos cuenta en su libro que hay » gravures rupestres» y aunque buscamos todos con ahínco no encontramos nada de nada, salvo unas formaciones rocosas de formas caprichosas.

Encontramos un buen lugar para la acampada y preparo el coche por si Alberto quiere probar a dormir dentro, pero no le convence la idea y seré yo el que duerma en él. Nos preparamos un revuelto de guisantes con jamón y hoy si tenemos una buena chasca con la que calentarnos por lo que la velada se alarga más que estos días atrás.

¡Qué bien se duerme dentro del coche! y eso que de nuevo mi aislante esta pinchado, se impone cambiarlo por uno nuevo. Recogemos nuestras cosas y tras desayunar un poco de café y unas galletas nos ponemos en marcha.

Cruzamos distintos oueds y en algún caso debemos circular por el curso del río sorteando autenticas plantaciones de pedruscos de todo calibre. En Assa ponemos gasoil y nos tomamos un té a la menta en una terraza pues vamos muy bien de tiempo. Un tramo de carretera y mas pisteo, atravesamos por un buen numero de pozos y entregamos alguna ropa a la poca gente que habita en estos recónditos lugares. Llegamos a buena hora al Albergue Borj Biramane donde ya nos hemos alojado en otras ocasiones. Una larga ducha es un tema urgente, porque estamos sucios de verdad. Tenemos Internet y los móviles echan chispas, pues todos estamos hablando con la familia, después de unos días perdidos en la absoluta soledad.

También hemos hablamos con Adolfo que ha continuado con más problemas (menudo calvario de viaje para el) cada vez que da un intermitente o frena el coche se para, algún cable suelto está haciendo de la suyas. Ha intentado arreglarlo en Agadir pero no dan con el problema al final lo tendrá que reparar en España de modo que nos veremos con el en Algeciras.

Llega la hora de cenar y Paco nos prepara una parrillada de entraña que como siempre le queda soberbia. Teníamos previsto hacer unas sopas de ajo pero dicen que hay mucha carne y que es demasiado, pero cuando terminamos de comer la carne me retan a hacer las sopas de ajo, utilizando la frase mágica «no hay güevos» y me pongo en marcha , menos mal que en principio no querían. Nos ponemos hasta las trancas y claro mientras se hacen las sopas de ajo las botellas de ribera que pasan llenas por delante de nuestros ojos al principio de la mesa se van vaciando hasta llegar al final de la mesa, como por arte de magia.

El resultado es que después de cenar Paco se nos queda «levemente traspuesto» en la silla, le dejamos con su rítmico y suave roncar, mientras charlamos sobre estos días tan intensamente vividos, pasa un buen rato y es hora de irse a la cama tenemos que despertarle ya. Ahora el ronquido suave ha dejado paso al bramido de un bisonte herido de muerte, tengo que darle unas palmadas (entre fuerte y flojo) en la cara para que se despierte, cuando lo hace nos pregunta que si se había quedado dormido ???? …en fin cosas del desierto.

Icht – Agadir – 286 kilómetros

La ruta de hoy al menos para nosotros es inédita, tenemos que cruzar una cordillera montañosa que atraviesa el Anti Atlas y tras un magnifico desayuno en el albergue nos ponemos en marcha. El cañón por el que estamos subiendo es impresionante y en algunas zonas atravesamos pedregales inhumanos, sobre todo para los coches, pero los paisajes que estamos disfrutando no tienen precio, hay subidas con tal desnivel que tenemos que engranar primera larga pues en segunda el coche no sube. En el fondo del valle circulamos por pistas, pero en alguna de estas pistas las avenidas de agua del río han llenado de pedruscos la pista y hay que pasar como sea, dando algún que otro tumbo.

La primera parte de la ruta se ha terminado con éxito nos queda la segunda parte no menos interesante y pedregosa. Paco, Fernando y Emilio dicen que ya tienen bastes piedras por el día de hoy y que no quieren tentar a la suerte y romper algo al final del viaje. Toman la carretera que les llevara a Agadir, donde según nos cuentan luego se han comido un arroz de marisco de campeonato, como así lo atestiguan las fotos que nos muestran.

Nosotros continuamos con el plan previsto, empezamos con pistas en muy buen estado pero poco a poco la cosa se complica. Desde luego piedras hay y muchas y de todos los tamaños. Negociamos una trialera en subida de varios kilómetros, que pasa por muchos pueblos enclavados en las laderas de las montañas, estamos en las garganteas de Ait Mansour. Solo una cosa nos tiene preocupados y es el paso del río Fizig que si lleva agua o no se pudiera cruzar por cualquier circunstancia nos obligaría a dar un rodeo importante por esos inhóspitos parajes. Tras una bajada trialera vemos el río, tiene unos cien metros de ancho pero afortunadamente no lleva agua y cuando llegamos a el tiene un paso perfectamente utilizable, respiramos tranquilos y aprovechamos para comer. En este viaje la tranquilidad no suele durar, reemprendemos la marcha y un golpeteo hace que Santi pare el coche para comprobar que su amortiguador trasero izquierdo ha dicho basta. La primera idea es ver si logramos sujetarlo con unos alambres para que no golpee, al menos hasta llegar a la carretera de la que estamos muy cerca y hacer la reparación más cómodos , pero no funciona.

Afortunadamente nosotros siempre llevamos un amortiguador delantero y otro trasero y que por tres centímetros no es igual que el roto, pero aun así lo cambiamos, mejor eso que ir con el muelle. Funciona de maravilla y nos permite llegar a Agadir sin ningún problema, tan es así que Santiago decide que lo cambiara de nuevo en España.

Nos hospedamos en el Ibis Budget, donde nos reencontramos con el resto del grupo y nos vamos a cenar un tajin con un pan extraordinario y ensalada marrocain, nos ponemos bien y a dormir. Nuestra aventura ha terminado y ya solo nos queda mañana discurrir por la aburrida carretera camino de España.

Agadir – Ceuta – Algeciras

Como no podía se de otra manera hoy también hemos madrugado, desayunamos y a la carretera, esperamos pasar la frontera en un tiempo razonable y tomar el ferry de la 7 de la tarde. Después de unos días con tanto ajetreo estimulante la autopista empieza a devolvernos lentamente a la monótona y cruda realidad, lamentablemente que poco dura lo bueno.

Paco nos comenta que circula «de oído» no le funciona el indicador del gasoil ni el velocímetro ni el cuanta kilómetros, se pone en contacto con un conocido mecánico, que entiende de Mercedes G y parece ser que lo que le está fallando es el clausor, le recomienda que en parado mueva la llave un poco en su alojamiento, pero que lo mas fácil es que no sirva para nada, como así es. En España lo reparara. Por nuestra parte hemos fundido otra bombilla de cruce, también la cambiarnos en España. Tras varias paradas para estirar las piernas y repostar llegamos a la frontera marroquí, que esta vacía, la pasamos en quince minutos, pero al pasar a la zona española nos retienen un buen rato, se nota que están vigilando las entradas a España de forma especial y nos parece muy bien. En Algeciras nos encontramos con nuestro amigo Adolfo que nos relata las mil penalidades que ha pasado con el dichoso coche. Cenamos en El Palmito y nos despedimos de nuestros compañeros, unos madrugaran muchísimo pues deben estar en casa temprano y otros nos lo tomaremos con algo más de calma.

Algeciras – Madrid

Un magnifico desayuno en el Reina Cristina como siempre abundantísimo y salimos para casa. Circulando a velocidades legales el coche de Santi va como la seda con el amortiguador de recambio, aunque este sea algo más corto. Una parada para comer algo y reponer gasoil y sobre las cuatro de la tarde estamos en casa. Cansados como siempre, pero también como siempre muy satisfechos de haber logrado nuestros objetivos en el viaje y descubierto zonas nuevas que no conocíamos. También como siempre estamos deseando volver, a pesar de encontrarnos cada vez más con un Marruecos más moderno, aun quedan lugares muy interesantes por descubrir es este precioso país.

Gracias a Santi por todo el curro que se ha pegado en esta edición de la Transahariana, que ha sido perfecto y a todos nuestros compañeros por ser como son es decir muy buena gente y aun mejores compañeros de viaje.

Gregorio (escuderos4x4.com)

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