Objetivo Saquia Al Hamra

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Ya estábamos esperando ansiosos este viaje del puente de la constitución, pues además de hacer zonas desconocidas para nosotros visitaremos algunos puntos de interés, como las fortificaciones españolas de Hagounia y Edchera, la marroquí de Aguerd o la cascada del oued Naam, cosa que en anteriores viaje no nos habíamos planteado.

En esta ocasión seremos cuatro coches Livia y Unai irán en su Patrol GR (con casi 20 años a sus espaldas)que han preparado concienzudamente para la ocasión, Santi con su Toy que ira con Jorge, Alberto que ira solo en el suyo y el mío que compartiré con Bea.

Salimos a las 8,30 como siempre para intentar coger el ferri de las 17,30. El viaje trascurre sin novedad, una parada para degustar la consabida ensaladilla y unas lonchas de mortadela (de la buena) y al ferri, el mar está tranquilo y en una horita desembarcamos.
En la frontera hacemos «bingo»: tres horas para pasarla en un caos que solo quiere decir que es porque a los aduaneros no les da la gana, pues con esa cola bestial lo normal sería agilizar en la medida de lo posible los tramites, pero no, todavía algunos policías se pasean del coche a la caseta y de la caseta al coche o se salen de la caseta para hablar por teléfono, perdiendo miserablemente el tiempo como diciendo… me importa un rábano tu vida, yo no tengo prisa. No llegamos para cenar en Asilah ni de broma así que comemos un tajin de carne en una gasolinera y además de que nos cobran el doble(95 dírham)de lo que generalmente vale, la carne la encontramos con dificultad escondida debajo de una grasienta patata frita. Lléganos al hotel Zelis a las 12 de la noche muy cansados.

Madrugamos para cambiar moneda en una oficina de cambio pero hasta las 9,30 no abren por lo que aprovechamos para visitar la medina . A esas horas las tiendas no están abiertas pero podemos disfrutar de un paseo pos sus callejuelas.

Después de efectuar el cambio de moneda compramos el pan, algo de fruta y aceitunas en el mercado y a la carretera. Nos desviamos a la altura de Settat por la típica carretera marroquí, una estrecha capa de asfalto lleno de socavones y de no más de tres metros y un par de arcenes de tierra. Unos kilómetros mas adelante nos espera la kasbah de Boulauane.

Fue construida por el sultan Muley en el siglo XVIII. El exterior que recuerda las fortalezas europeas con sus bastiones está relativamente bien conservado, pero el interior es una pura ruina. Montonera de fotos y de nuevo por la tortuosa carreterilla hacia la autopista que nos llevara a Agadir.

Continuamos viaje y a buena hora llegamos a Agadir ,nos recomiendan un buen restaurante y la verdad es que cenamos muy bien en Le Petit Pecheur a base de pescado, incluso una paella que no está mal y que figura en la carta como «paella valenciana» por la mitad de precio de ayer en la gasolinera.

Desayuno y a los coches, tras unos pocos kilómetros la playa nos espera, bajamos presiones y hacemos un primer intento, pero un acantilado nos impide proseguir. Salimos de nuevo a la pista para acceder un poco más adelante y disfrutamos circulando por la playa unos kilómetros, pero hay que salirse, pues la marea está subiendo y al parecer bastante deprisa. La pista de arena esta de dulce y nos permite circular durante unos 60 kilómetros a muy buen ritmo sin problema. De nuevo a carretera ya que tenemos 250 kilómetros hasta TanTan. Por el camino Santi ve una carpintería que además de mesas y sillas fabrica maquetas de barcos en madera por afición y que tiene expuestas en la calle para su venta. Nos paramos, charlo con él, alabo su trabajo y le enseño alguna de las fotos de las maquetas que yo hago, por su expresión se ve que le gustan y me saca del interior de la tienda algún modelo más hecho a partir de un tarugo de madera al que va dando la forma deseada de un barco. Nos despedimos cordialmente pues al fin y al cabo compartimos el gusto por las maquetas de barcos.

El hotel Kasbah Tan Tan es para guardarlo en el baúl de los recuerdos, 620 dirham por persona por dormir y desayunar, hay que subir las escalera (dos pisos) a pie y aunque las habitaciones son espaciosas les falta mantenimiento y limpieza que en ese precio deberían estar incluidas..

Vagabundeando por la ciudad encontramos a un lugareño que dice haber conocido personalmente a Gandini y nos recomienda un restaurante y acertamos de pleno. La Scala se llama y cenamos francamente bien a base de tajim de pulpo o de calamar y a un precio más que razonable y muy bien atendidos y con simpatía. El desayuno en consonancia con el resto del hotel, una tortilla a la francesa, media docena de olivas negras, pan, un zumo de naranja y un café y al que no guste que se fastidie.

Ciento venticinco kilómetros de carretera y salimos a una pista jalonada de barcanes que nos llevará bordeando varios lagos salados secos a la cascada de Khavi que forma el Oued Namm (rio de las avestruces)es impresionante, como esta pequeña cascada ha podido formar esas cárcavas a su paso.

No dejamos pasar la ocasión de juguetear un poco con las dunas, aunque los barcanes son puñeteros de negociar y te la pueden jugar en cualquier momento, pues la salida de este tipo de dunas es casi vertical, cuando no cóncavo y las amorradas son en suelo duro y con piedras que te pueden hacer un roto en el morro.

Seguimos rumbo suroeste hacia El Ayoun pasando por la población de Hagounia donde podemos ver las ruinas del antiguo fuerte español que aseguraba las pistas de la frontera, hasta que se abandonó el Sahara Occidental. Como es habitual el exterior está más o menos bien pero las dependencias están muy deterioradas e invadidas por la arena, encontramos algún casquillo de ametralladora y Unai una preciosa espoleta de mortero.

Unas fotos y a circular por una carretera a tramos totalmente invadida por la arena, es casi como atravesar un pequeño cordón de dunas. Se producen incluso algunas quedadas, pues las presiones que llevamos de 1.8 no son para negociar dunas pero las solventamos rápidamente con el winch.

El viento está siendo el protagonista durante todo el día y es fuerte de verdad, menos mal que hoy dormimos en hotel pues no deja de soplar ni cuándo se va el sol.

Huy dormiremos en el Hotel Laayoune que deben haberlo inaugurado hace una semana, pues ni siquiera funciona el ascensor y las teles de las habitaciones tienen los plásticos de fábrica. La habitación es enorme, un auténtico palacio con varios ambientes.

Preguntamos a la recepcionista (chica mustia donde las haya) por un restaurante y nos recomienda uno, pero está lejos, en el centro de la ciudad, cogemos un taxi para ir, le damos el nombre del sitio y el taxista arranca, le vemos algo inseguro y trata de consultar algo con el móvil, después de callejear un buen rato nos dice como puede que no tiene ni idea de donde es y que cojamos otro taxi, de modo que nos encontramos en mitad de una ciudad desconocida y con el nombre de un restaurante al parecer también desconocido, paramos varios taxis, pero aquí como en otras ciudades de marruecos el taxi se comparte y necesitamos uno que admita cuatro persona, pero todos los que paramos llevan «inquilino» por fin encontramos uno vacio le damos el nombre y el taxista nos pone cara de póquer, afortunadamente los marroquís son curiosos y un paisano que lo ha oído le dice algo y el taxista con una sonrisa de oreja a oreja nos da a entender que ya sabe donde es y efectivamente nos lleva al sitio donde la verdad cenamos muy bien a base de tajin de kefta avec oeuf.

Un desayuno normalito en el hotel y a la carretera. Hoy tenemos la etapa reina y que da nombre al viaje, Saquia al Hamra (acequia Roja) un proyecto que intentamos en el 2014 basada en los puntos de Gandini, pero el viaje se fue al traste y ahora nos espera, aunque es verdad que no sabemos la dificultad que entraña.

Los primeros 20 km son de carretera para visitar el fuerte de Echera, que tuvo su apogeo en la década de los 70 y fue denominado extraoficialmente por los legionarios como «Fuerte Chacal». Está todo el muy deteriorado, aunque parece que intentan restaurarlo o al menos eso nos pareció, si es así tienen tajo.

Los 140 kilómetros de pista que nos llevarán a Smara se nos están dando de cine, Es un piso de arena con algunas matas de hierba de camello y el espectáculo es tremendo, nos preguntamos los millones de metros cúbicos de agua necesarios para llenar esta «acequia roja». No puede decirse que la pista que bordea la Saquia sea rápida pero no tiene obstáculos importantes que retengan la marcha y lo estamos disfrutando intensamente, tanto es así que llegamos sobre las tres y media a Smara con tiempo más que de sobra para comernos unos pollos asados con sus patatas fritas y su ensalada, todo buenísimo e incluso un té a la menta, la única nota discordante la pone el tonto del pueblo que nos está dando la brasa pasando entre las mesas y hasta que no tira un vaso con té encima de un compatriota no se queda a gusto, algunos marroquís salen detrás de él con ganas de darle un pescozón, pero al tonto le queda la suficiente cordura como para arremangarse la chilaba y salir por patas.
Compramos pan para cenar y comer mañana y unos bollos para desayunar.
De nuevo en marcha intentando tomar la antigua carretera española, pero el camino está cortado y tenemos que dar un par de vueltas utilizando el plan B.

Ya estamos encarrilados y todo lo que hagamos hoy nos lo ahorraremos mañana que es una etapa de las largas. La pista recorre en parte la antigua carretera española y en parte roderas de nueva creación, vamos haciendo camino hasta que empieza a atardecer. Buscamos y encontramos un buen lugar para acampar.

Unos adecentan los coches, otros ponen sillas, mesas o tiendas y Jorge que se ha traído una moto sierra eléctrica la usa a fondo para proveernos de leña. en abundancia. Hacemos un poco de tiempo charlando relajadamente alrededor de la hoguera comentando el viaje. El viento prácticamente es nulo y la sensación térmica con un forro polar puesto es perfecta.

Preparamos la barbacoa, abrimos una botella de vino y como es habitual cenamos como reyes los típicos productos del cochino.

Tenemos un cielo espectacular con esa súper luna llena que todo lo ilumina, otro rato de cháchara delante de la hoguera y a dormir.

A mí se me ha roto la cremallera de la tienda, la parte que hace de paraviento y se puede decir que vivaqueo pero el saco que tengo no está pensado para eso y paso una noche más bien fresca y eso que he dormido con el forro polar y un gorro de lana encasquetado hasta las orejas.

Un buen desayuno para afrontar el día y en marcha. La Gaat Chababiyine nos espera. Son tres las veces que he pasado por aquí y me sigue impresionando esta imagen de la nada más absoluta y es que las dimensiones de este lago seco son impresionantes. Hacemos unas filmaciones con los coches circulando a toda pastilla y seguimos.

A partir de la salida de de la Gaat todo es nuevo para nosotros, pero la verdad las pistas están en buen estado con algunas bañeras que hacen que seamos prudentes con el acelerador.

Una paradita para comer ligeramente, que luego las tardes son muy largas con el estómago a rebosar.

Hacemos varios cambios de meseta, algunos muy trialeros en los cambios de planicie, atravesamos por montañas que como siempre en estos parajes parecen irreales como si formasen parte de un mal decorado.

Se nos está dando todo a pedir de boca y ya atardeciendo llegamos al fin de la ruta con luz para preparar la acampada. Hace un poco más de viento que ayer pero afortunadamente a medida que el sol se pone el viento se calma lo que nos permite preparar la cena, unas sopas de ajo, panceta y chorizos que quedaban de ayer regado todo con un vinito de rioja.
Café con galletas y algún resto de los bollos que compramos en Smara y a rular. Hoy tenemos por delante otra etapa larga 345 kilometros hasta llegar al Borj Biramane

Las pistas son buenas o muy buenas, incluso el tramo que en 2016 hicimos muy cansados y de noche hoy se nos antoja un paseo militar, vemos lo que nos perdimos por ser de noche en aquel viaje y la verdad es que los paisajes son tremendos como solo en el desierto se pueden ver. Caprichosas montañas rojizas o marrones proyectan sus sombras sobre la pista por la que discurrimos.

Damos algún pequeño regalo a algunos nómadas que nos encontramos, sobre todo las mujeres jóvenes nos piden algo de crema para la cara y manos y les damos un bote de Nivea, unas cremas y algo de colonia que lleva Bea y se ponen más que contentas.

Por fin salimos a Assa donde repostamos ya solo nos quedan 125 km de carretera que nos hacen llegar al hotel a una hora excelente, que nos permite ducharnos con tranquilidad, tomar una cerveza en los cómodos butacones del hotel y charlar con la familia.

Mientras charlamos una gata nos toma por almohadones y va pasando de uno otro de nosotros acurrucándose entre las piernas y quedándose profundamente dormida.

La cena muy bien como siempre en el Borj algunos se quedan un ratillo tocando el yembe y las qarkabas (castañuelas metálicas) el resto a la cama que mañana será un día difícil al menos sobre el papel, ya veremos que nos depara el curso del oued.

Un buen desayuno y salimos, Unos pocos kilómetros de carretera y nos desviamos para ver la ciudad fortificada de Aguerd Tamanart. Impresionante, está construida aprovechando cada roca de la montaña sobre la que se alza. Si alguien quisiera asaltarla se encontraría que para entrar en ella solo hay un acceso, con una empinada y estrecha subida perfecta para perecer con lo que les lanzasen desde arriba, llegamos casi hasta arriba casi sin aliento para comprobar que la están restaurando y en algunas de las casas excavadas en la roca aun vive gente.

Cruzamos un par de oasis de montaña , donde el agua da vida a pedregales que no la tienen. Pisteamos y cómo vamos bien de tiempo aprovechamos para hacer una parada técnica digamos que importante y nos ponemos bien de cecina, de chorizo y de queso. Aún no lo sabemos pero será lo único que comeremos en este día.

Sin mas dilación nos vamos al oued pedregoso y nada más empezar vemos que subirlo no será tarea fácil, un buen hombre sentado en un pozo nos haces gestos de que «por aquí no se sube», algo que nos han dicho muchas veces en Marruecos y luego si se podía hacer de modo que continuamos. Los pedruscos cada vez son más grandes y las débiles roderas desaparecen comidas por el pedregal cada 50 metros, aun así vamos avanzando en primera reductora, Jorge va en cabeza andando para señalar los posibles y siempre difíciles pasos, en uno de ellos que nos da por llamarle (el paso del infierno) nos tiramos una hora para pasar los cuatro coches y eso a base de de rascar con todo, ponemos a prueba defensas, paragolpes, bajos y tubos de escape, todos salen con alguna caricia, pero no todo son buenas noticias además de que los pasos son cada vez más complicados nos encontramos con un lugareño que nos dice que más adelante la montaña prácticamente se ha desmoronado y casi tapa el oued, comentándonos que desde el 2014 esta pista o subida es impracticable.

Santi se va con el lugareño y un walki un par de kilómetros más arriba andando para investigar y nos confirma que no se puede pasar, de modo que media vuelta.

No sé si es porque nos hemos acostumbrado a circular por semejante melonar pero bajar parece más fácil que subir, aun así se nos hace de noche. Hemos hecho 10 kilómetros entre subida y bajada y hemos tardado cinco horas, esto seguramente da una idea del berenjenal en que nos metimos.

Pero yo aun no he terminado con el oued, solo faltan 100 metros para salir del infierno, me arrimo tanto a una acacia que una rama cortada, gruesa como el brazo de un hombre, me arranca de cuajo el espejo retrovisor y luego me revienta la luna lateral trasera, me acuerdo de Odin y de todos los dioses del Walhalla, pero la cosa ya está hecha y no tiene remedio.

Ponemos un cartón y un aislante pegados con cinta de precinto y sellamos la ventanilla, el espejo no hay forma de sujetarlo al muñón que ha quedado, por lo que dormirá el sueño de los justos en el maletero hasta el fin del viaje.

Barajamos la posibilidad de dormir en cualquier sitio o largarnos a Agadir que está a más de 200 km y al final gana esta propuesta. Tomamos la carretera de montaña que nos regala unas curvas de primera especial. Paramos a estirar las piernas y comer un puñado de frutos secos y una coca cola para reponer energías y de nuevo a la carretera. Por fin llegamos a Agadir al hotel Ibis y nos vamos directamente a la cama pues estamos todos reventado en especial Santi ,Jorge y Unai que se han dado la paliza de su vida andando para arriba y para abajo por el maldito pedregal.

Desayunamos como si no hubiésemos cenado la noche anterior …como auténticos lobos y sin más dilación salimos para Ceuta. Unai y Livia se despiden de nosotros, pues quieren conocer Essaouira y Marrakech y tiene un par de días para dedicar a esas visitas.

Si al venir este tramo de casi 900 kilómetros se hace tedioso al volver es simplemente lo peor de lo peor. Tenemos que llegar al ferri de las 8:30 si lo perdemos saldríamos a las 11 de la noche y nos perderíamos el excelente bufet libre del reina Cristina, pero claro eso dependerá de nuestros amigos los aduaneros y de la cola que quieran formar.

Un par de paradas para repostar y estirar las piernas y cuando llegamos a la frontera está vacía, tardamos escasos cinco minutos en pasarla, (esto no hay quien lo entienda). Tomamos el ferri de las 8:30, es un fast ferri por lo que a las diez y veinte estamos cenando como personas, con manteles de tela, vasos, cubiertos limpios y una comida caliente y decente.

Nos vamos a la cama que los cuerpos están para pocas bromas con el cansancio acumulado.
Salimos temprano después de un bufet libre magnifico como siempre en el reina Cristina. Llevamos buen ritmo y nuestra intención es comer en Madrid una pizza, pero un accidente pasado Málaga nos demora bastante.

Gregorio
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