La gran aventura 2024

Facebooktwitter

MADRID – ALGECIRAS – TANGER – ASSILAH
Comenzamos una nueva aventura, aunque en este caso será una aventura diferente porque, después de 8 años, volvemos a ir con nuestras familias.
Los últimos días antes del viaje han sido un poco intensos, porque diferentes averías en los coches y la preparación del coche de Tomás nos han tenido en vilo hasta el último momento. Así que, sin oportunidad para probar las máquinas, nos lanzamos a un nuevo viaje por el desierto que tanto nos gusta.
En este caso, iremos 4 coches: Adolfo, que va solo, Tomás en familia con su flamante Land Cruiser, Luis, con su gran familia y su indestructible Patrol, y Santiago, también con su Toyota y familia.
La primera incidencia la tenemos cuando todavía no hemos llegado a África: a poca distancia de Algeciras nos llama Luis para decirnos, desesperado, que su Patrol tiene medio suelta un tirante de la suspensión trasera y el coche va dando tumbos. Finalmente, conseguimos repararlo a última hora en un taller y resolver así la que esperamos que sea la última pifiada del famoso mecánico Antonio.
Tras la larga espera habitual del ferry (una verdadera vergüenza la impuntualidad exagerada de Trasmediterranea), por fin llegamos a Marruecos ya bien entrada la noche, con el tiempo justo para cambiar dinero y comprar unas tarjetas para los móviles, a un tipo con apariencia de majo.
La larga etapa del día acaba en Assilah, en el hotel Azayla, un nuevo hotel para nosotros que resulta ser agradable y bastante mejor que el decrépito Zelis.

ASSILAH – AGADIR
En lo que será la tónica habitual para poder disfrutar de la mayor cantidad de horas de sol en este horario de Ramadán, a las 8 ya estábamos en pie y comenzamos a buscar una cafetería para desayunar. Finalmente encontramos una frente a la entrada de la medina, en la que nos pusimos como el quico con una amplia variedad de desayunos a un precio bastante asequible.
Assilah es una ciudad muy tranquila y acogedora, pero tiene una historia muy ajetreada, habiendo sido controlada por fenicios, griegos, cartagineses, romanos, árabes, portugueses y españoles, llamándose Zilis (fenicios), Constancia (romanos) y Assilah (árabes). Assilah tiene sin ninguna duda la medina más limpia y cuidada de Marruecos, siendo su mayor interés turístico. Sus edificaciones neoárabes están en perfecto estado, completamente restauradas y rehabilitadas. En el extremo sur de la muralla nos encontramos con el Torreón o mirador de Caraquia (también se conoce como mirador de Arcila -el nombre español de Assilah-) , donde, a sus pies y junto al mar, podemos ver el morabito de Sidi Ahmed el Mansur, quien reconquistó la plaza para los árabes, a las órdenes de Moulay Ismail.
Tras una corta visita a la medina (tampoco es que haga falta un día para verla), nos ponemos en marcha rumbo a Agadir, que nos queda mucha autopista por delante.
Por el camino, decidimos parar a comprar unas fresas a unos chicos que las vendían por cajas al lado de la autopista, No nos salieron especialmente baratas, pero sin duda eran muy buenas (nos duraron dos días) y una gran competencia para el famoso fresón de Huelva.
La segunda incidencia del viaje nos la encontramos cuando, cerca de las 10 de la noche, llegamos toda la pandilla, cansados del viaje, a la puerta del hotel Stay Inn (una novedad para nosotros puesto que habitualmente nos alojamos en el IBIS de Agadir). Cual fue nuestra sorpresa cuando el recepcionista nos dice, en toda la cara, que no podemos alojarnos porque no tienen habitaciones disponibles. Sorprendidos, le mostramos nuestra reserva confirmada con Booking y nos responde que muy bien, pero que “no es mi problema”. Alucinados con la situación y la respuesta, y después de unas palabras de cierta intensidad con el impresentable individuo, llamamos a Booking, les contamos la situación y nos dicen que no nos preocupemos que en 30 minutos nos llaman para darnos una solución. Ni llamada ni solución llegó de los también impresentables de Booking, que nos ignoraron por completo pese a que volvimos a insistir, por lo que finalmente, ya cerca de la medianoche, encontramos por nuestra cuenta otro hotel en la ciudad (el IBIS, que ya no es IBIS).

AGADIR – SIDI IFNI
Llegó la mañana y salimos tarifando de Agadir, con la (vana) esperanza de no tener más problemas con los hoteles.
Poco después de salir bordeamos el Parque Natural de Sous Massa y nos dirigimos a la costa, hasta llegar a la playa, por donde comenzamos a circular. Cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos por allí un Seat Marbella, un Volkswagen Golf y un antiguo Peugeot 205: nos habíamos encontrado al Raid Clásicos del Atlas. Después de ayudarlos con algunos desatascos nos dimos cuenta de que nos habíamos metido de lleno en las dunas de Tifnit, lo que nos forzó a bajar presiones y dedicarnos un rato a resolver nuestros propios atascos para llegar, por fin, a la playa y seguir con la impresionante ruta que tuvimos ese día.
Paramos a comer de lo nuestro cerca de Aglou (imposible encontrar restaurantes abiertos durante el día en pleno Ramadán) y seguimos por carretera hacia Sidi Ifni.
Como parte fundamental de la etapa, hicimos una parada en playa de Legzira para admirar sus impresionantes arcos junto al mar. Nos dimos un bonito y refrescante paseo junto por la playa en pleno atardecer, que, sin duda, fue uno de los buenos momentos del viaje.
Llegamos a Sidif Ifni cuando empezaba a anochecer y la ciudad comenzaba a tener vida, pese a lo cual nos costó bastante encontrar el único restaurante abierto: el Nomad, regentado por un saharaui orgulloso y con una buena cocina.
Esa noche dormimos en el Hotel Safa, que pese a que no era una maravilla, era bastante digno y cómodo.
¿Recordáis el tipo con apariencia de majo que nos vendió las tarjetas de teléfono en la frontera?, pues los teóricos 15 GB decidieron que con 2 GB iban apañados, por lo que trans intentar infructuosamente recargar las tarjetas, Adolfo y Tomás tuvieron que comprar nuevas tarjetas de “las de verdad”.

SIDI IFNI– PLAYA BLANCA – TANTAN
La ciudad de Sidi Ifni es un lugar único y diferente en Marruecos, Esta pequeña localidad fue un importante enclave español. A día de hoy, se presenta como un lugar muy atractivo donde se puede disfrutar de una arquitectura colonial y extensas playas de arena dorada. En 1476, la zona de Ifni fue ocupada por la Corona de Castilla y permaneció en manos españolas hasta 1524, cuando fue abandonado ante los ataques de los bereberes de la zona. En 1860 el sultán de Marruecos reconoció a España aquel viejo establecimiento mediante el Tratado de Wad-Ras, pero los españoles no tomaron posesión formal del territorio hasta el 6 de abril de 1934. Tras la independencia de Marruecos, fuerzas irregulares marroquíes atacaron el territorio en noviembre de 1957, dando inicio a la Guerra de Ifni, que duró un año y que venció España (la última guerra que ha disputado España fuera de sus fronteras). En 1958, Ifni fue declarada provincia española de ultramar, con Sidi Ifni como capital. El 30 de junio de 1969, el gobierno español cede Ifni a Marruecos.
En Sidi Ifni, las huellas del pasado español son aún muy visibles. Son notables la Plaza de Hassán II (antes, plaza de España) con una fuente y azulejos de estilo andaluz, el Consulado español (hoy cerrado), el cine Avenida (también cerrado), la iglesia de Santa Cruz (ahora Palacio de Justicia), el faro y el Palacio Real (antiguo Gobierno General), así como los restos del teleférico que permitía la carga y descarga de buques en el puerto, una increíble (y única en el mundo) obra realizada en tiempos de la provincia española, que conectaba la costa con el interior y transportaba, mediante cabina autopropulsadas, mercancías y pasajeros a los barcos.
Hoy teníamos por delante una impresionante ruta en la que disfrutamos de algo único: conducir a toda velocidad sobre la arena de una playa de más de 30 Km. El problema era que la circulación por Playa Blanca solo era posible con la marea baja, y la bajamar llegaba a las 07:56, por lo que (azuzados especialmente por Luis, que temía quedarse varado como una ballena) tuvimos que madrugar más que un panadero y darnos mucha prisa para llega a la playa a las 08:00.
Disfrutamos como niños corriendo con los coches, espantando a las aves y salpicándonos de olas, hasta llegar a la desembocadura del río Aoreora. Desde allí subimos (sin problemas) una larga rampa de arena para llegar al promontorio sobre el acantilado. Seguimos la ruta por pista sobre la llanura, encima del acantilado, hasta llegar a la desembocadura del río Draa, que forma un estuario.
El Draa es un curso de agua singular: en el siglo X era el río más largo de Marruecos (1.100 Km.), discurriendo desde su nacimiento en el Alto Atlas hacia el sur por lo que hoy es la frontera argelina formando, en su curso medio, parte del actual límite argelino-marroquí a lo largo de unos 390 km, para después virar hacia el oeste, durante centenares de kilómetros, y desembocar en el océano Atlántico. Sin embargo, en mil años las condiciones climáticas se han alterado poderosamente, de forma que en la actualidad sus aguas se filtran en las arenas del desierto, pasado Mhamid, y prosiguen su curso de forma subterránea, dirigiéndose durante más de 600 kilómetros hacia el Atlántico. Solo en años de lluvia excepcional el Draa regresa a su antiguo lecho.
Tras intentar, infructuosamente por el fuerte viento (que nos acompañó durante el resto del viaje), comer junto a la desembocadura del Draa, seguimos hacia el interior bordeándolo hasta que pudimos cruzarlo por un pequeño puente y desde allí hacer una más que bonita y rápida ruta que nos llevó directos hasta el centro de TanTan.
Animados llegamos al hotel MJI GROUP, hasta que una apática recepcionista nos mostró las “suites” que habíamos reservado a precio de Palma de Mallorca y nos dijo que solo eran aptas para dos personas, cuando la reserva (nuevamente en Booking) estaba hecha para habitaciones de 4 personas. Tras explicarle la situación nos dijo, con su escasez verbal, que era lo que había y que no tenía más habitaciones. Sin duda, Marruecos nos hará la competencia con las fresas y los espárragos, pero jamás con la hostelería y el servicio al cliente.
Afortunadamente pudimos encontrar alojamiento alternativo en el Hotel Sable D’Or, con una recepcionista realmente simpática y agradable que nos dejó comer de lo nuestro en el, por el momento, inactivo restaurante del hotel.
Después de comer decidimos aprovisionarnos de leña para las próximas noches de acampada. Tras preguntar en una tienda dónde podíamos conseguirla, nos señalan una arboleda cercana. Sorprendidos nos quedamos cuando al llegar allí comprobamos que era un parque público, por lo que (ni aunque sea Marruecos) se nos iba a ocurrir a cortar ramas de esos árboles. Dando vueltas por la zona encontramos restos de ramas y troncos (y basura) junto a un muro, por lo que, ni cortos ni perezosos, sacamos la sierra eléctrica y nos pusimos a cortar. Al cabo de unos minutos, un individuo alto y ancho, acompañado de otros dos nos inquirió acerca de nuestra autorización para quitarle la leña al dueño del vivero anexo. Siguiendo sus indicaciones fuimos a preguntar al susodicho, que, en contra de la opinión de la “autoridad de la ciudad” se mostró más que dispuesto a nuestra tala, ofreciéndonos su ayuda y animándonos a coger más y más leña. Menos mal que el grandullón inquisidor no nos pilló cortando ramas en el parque…

TANTAN – KHAWI NAAM – HAGOUNIA
Tras las compras de rigor (el pan lo compramos el día anterior porque en las mañanas de Ramadán no se molestan en hacer pan), salimos por carretera hacia el anteriormente conocido como Sahara Occidental. La futura autovía “Tiznit -Dakhla” estaba actualmente en construcción, pero el tramo abierto (intermitentemente) nos ahorró bastante tiempo en el camino hacia el sur. La verdad es que cuando la terminen será una buena opción para llegar más rápido a Dakhla o a Mauritania.
Poco después de Akhfennir dejamos la carretera para tomar una pista, en general llana, y con algunas zonas de barkanes, dirección sur que nos llevó en poco tiempo a la cascada de Khawi Naam. Este sorprendente cañón con una pequeña guelta y un pequeño rio, está formado por el Oued Naam (“río de los avestruces”, llamado así por la antigua presencia de estos animales en la zona). Cuando llegamos, nuevamente acompañados por un viento insoportable que nos quitó las ganas de para a comer, apenas había agua en la parte alta, por lo que la cascada era imaginaria (como la raíz cuadrada de -1).
Desde allí seguimos rumbo suroeste pasando hasta la pequeña población de El Hagounia (un complejo de cuartel y viviendas militares) donde hubo un fuerte español hasta el abandono del Sahara Occidental. Hagounia, a orillas del oued de su nombre, fue siempre un punto de gran importancia táctica ya que su posición aseguraba las pistas que procedían de la frontera. El oued era escarpado, y, por lo tanto, muy difícil de cruzarlo por las unidades motorizadas. Hagounia fue tomada al asalto el 18 de febrero de 1958 por fuerzas de la II Bandera de la Legión, unidades de Caballería y una Compañía de Paracaidistas del Ejército del Aire. Con el tiempo, el comandante Florencio Apellániz, jefe de gran prestigio, construyó un fuerte en este lugar que, años más tarde, fue sustituido por otro más moderno en la orilla norte y que estaba guarnecido por una Compañía de Tropas Nómadas.
Pues bien, nuestra intención era montar las tiendas al resguardo de los muros del maltrecho cuartel, pero tras consultar a los militares acabaron diciéndonos que “naranjas de la china” (البرتقال الصيني): que en cualquier sitio menos en el cuartel (seguramente temían que fuéramos descendientes directos del comandante Apellániz con el objetivo de darle la vuelta la historia). Así que rápidamente le echamos el ojo a una mezquita a medio construir (como si se les hubiera acabado la subvención hace años) pero suficientemente acabada como para darnos cobijo.
Ya que nos habían frustrado los planes de reconquista, destinamos nuestro eficiente batallón para, en menos que canta el muecín, tener la mezquita como los chorros del oro y lista para montar nuestras tiendas. Además de dormir tranquilos y al resguardo del viento, nos pusimos como el quico de solomillo a la parrilla y otra carne ibérica que no voy a nombrar por respeto al recinto.

EL HAGOUNIA – MSIED
Hoy sí que teníamos una etapa de puro Sahara Occidental, de las que le gustan a Luis, por hamadas, pistas de arena, algún lago seco y un reg que saltaba los empastes.
A mitad de camino, cuando ya azuzaba el hambre, llegamos a la aldea de Abteh, en la que unos gendarmes nos dieron el alto y se llevaron de regalo un folio con todos nuestros datos. Allí mismo, al resguardo de unas casas, pudimos montar el comedor y descansar un rato, mientras perros y niños venían a nuestro encuentro con optimismo y garrapatas. Tras acabar el piscolabis, decidimos, como ecoviajeros concienciados, buscar contenedores de basura (preferiblemente con opción de orgánicos, envases y plásticos, para mayor tranquilidad moral), pero el gendarme del control nos bajó a la realidad diciendo que la podíamos dejar tranquilamente a la vuelta de la esquina. Seguramente ellos harían después la separación y el camión de la basura pasaría recogerla a las 8.
La ruta, que hasta allí había sido relativamente agradable, se convirtió en un inmundo pedregal, que fue empeorando poco a poco, hasta que llegamos al oued Chebika, que afortunadamente por allí es un arroyo, pero con grandes pedruscos que dificultaron el vadeo. Seguimos ruta, ya ciertamente cansados por un día intenso de pistas muy duras, que se convirtieron en una ancha pista con un tole ondulé de cinco estrellas, que puso al límite nuestros amortiguadores hasta tal punto que el soporte de la botella de un amortiguador trasero del coche de Santi se partió y por poco nos cuesta un disgusto.
Por fin, ya anocheciendo, llegamos a Msied, un pueblucho medio en ruinas e invadido por la arena, que hasta ahora había sido siempre una visión fugaz por la ventanilla (y así será en el futuro).
Mientras buscábamos algún resguardo para acampar, Tomás, (avezado explorador) estableció, patrocinado por Google Translate, cordiales relaciones con un aborigen, que muy amablemente nos cedió su casa para pasar la noche.
Allí nos encaminamos sin pausa y encontramos un chamizo que no cumplía las expectativas de parte del grupo, por lo que decidimos adaptarlo a nuestro gusto montando las tiendas en el “dormitorio” y en el patio de la finca. En el escaso espacio que quedaba montamos la gran mesa comedor y comenzamos con gastronomía experimental, mezclando, no muy hábilmente, garbanzos de bote con tomate, cebolla, chorizo, jamón y algunas otras cosas.
Mientras tanto y dado que el hacendado había nos había dejado a nuestra suerte mientras se iba a disfrutar de la comida-merienda-cena post Ramadán con un colega, todo Msied desfiló frente a nosotros y algunos (demasiados) se quedaron a hacernos compañía. Las fuerzas vivas de la ciudad también se presentaron y tuvieron a bien hacer gala de su poderío burocrático, requiriendo en varias ocasiones y formas nuestra identificación e intenciones, ante la posibilidad de que fuéramos unos okupas poco exigentes (o quizá también sospechando nuestro objetivo de reconquista).
La juerga local duró hasta bien entrada la noche, cuando los más jóvenes nos deleitaron con la práctica del lanzamiento de piedras a las tiendas de campaña.

MSIED – ASSA
Tras despedirnos del acogedor lugareño y de sus simpáticos conciudadanos, pusimos pies en polvosa sin desayunar, pues las cafeterías parecía que todavía no habían abierto. Tras un respetable margen de seguridad de más de 30 kilómetros, por fin paramos a desayunar algo, nuevamente acompañados por nuestro amigo el viento.
Hoy, por ser la última ruta de desierto, teníamos reservada una travesía muy prometedora. Lástima que los amortiguadores de Santiago no tuvieran la misma ilusión y decidieran que era mejor parar a descansar un rato. Los “fantásticos” Zinetica Systema (también conocidos como “los Fox ibéricos”), fueron fieles a su fiabilidad, y destrozaron por completo los silentbloc. En medio de una hamada montamos el taller y arreglamos (para salir del paso) uno de ellos, con tan mala suerte que, en el trajín, el gato que sujetaba el coche se cayó y el coche se desplomó sobre Luis.
Afortunadamente, en previsión de esa situación habíamos puesto la rueda bajo el coche, lo que limitó esa caída lo suficiente para que el pobre Luis no sufriera ningún daño y nuestro infarto quedara solo en un susto del que todavía no nos hemos recuperado.
La parte final de la ruta, bordeando el cauce subterráneo del Draa, al N el Jbel Rich y al S el Jbel Ouarkziz, fue especialmente bonita, con algunos pasos entre rocas espectaculares.
Ya avanzada la tarde llegamos a Assa, donde nos esperaba con los brazos abiertos el hacendoso recepcionista, cocinero y no se qué más del hotel Nidaros, un establecimiento de cutrez media, pero con una cena más que aceptable y un precio asequible.
En la gasolinera le dieron a Santi el teléfono de un mecánico local, un fantástico profesional y aun mejor persona, que le cambió el silentbloc al otro amortiguador. Aquí su teléfono: +212 661 417 659.

ASSA – TAFRAOUTE
Esta mañana, ya bastante tranquilos, tomamos un relativamente pequeño tramo de pista que nos llevó desde la carretera de Assa-Tissint hasta Icht. Desde allí “casi todo” era carretera, salvo otro tramo de pista que habíamos hecho sin incidencias en 2012 y que iba por el curso seco y pedregoso de un oued. Lástima que la naturaleza (seguramente por el cambio climático, que siempre está dando por saco) había decidido arrasar en algún momento de los últimos dos años, esa pista y reemplazarla por piedras, predruscos y melones petrificados. Tras varias horas para hacer menos de 30 km. y a punto de ser premiados con una avería grave en cualquiera de nuestros coches. Nos dimos por vencidos al comprobar que lo malo se había vuelto peor.
Afortunadamente, Tomás el navegante le había echado el ojo a una teórica pista alternativa que abandonaba el curso del Amazonas de las piedras, así que decidimos retroceder un poco y probar suerte por esa opción. Gracias a Allah y a la cartografía pudimos salir de allí y hasta que no estuvimos de nuevo sobre el asfalto apenas volvimos a decir ni una palabra por la emisora.
La carretera nos llevó por oasis de montaña a las Gargantas de Ait Mansour, un largo y frondoso palmeral atravesado por una carretera por la que apenas cabe un coche.
la ruta finalizó en Tafraoute, ubicado en el valle de Ameln, que pertenece a la tribu del mismo nombre. El pueblo, fundado por los franceses, está situado en el extremo de un largo palmeral a 1.000 metros de altitud y rodeado de inmensas rocas graníticas color rosa con formas caprichosas.
El alojamiento, en el hotel Les Amandiers, con una buena cena y un excelente desayuno, comparado con el resto del viaje, era de 5 estrellas

TAFRAOUTE – BIGOUDINE
La ruta de hoy era íntegramente por carretera, pero no por ello estaría exenta de interés (y anécdotas).
Tras hacer compras de alimentación y souvenirs, y visitar un taller local muy recomendable (Mohamed Farih, +212661766663) dotado incluso de un 4L de asistencia en pista y un gato pelirrojo, decidimos parar a visitar, como turistas de autocaravana, una casa tradicional bereber con más de 300 años de historia, y que con mucho mimo conservaba y rentabilizaba (3€ por cabeza) el que dijo ser descendiente de la familia.
La ruta sigue rumbo norte, entre oasis de montaña, hasta que llegamos a la impresionante Kasbah de Tizourgane, una aldea fortificada que data del siglo XIII. Hoy restaurada y con restaurante (que era nuestro principal objetivo), decidimos que merecía la pena subir su larga escalinata para comer, y eso que todavía no sabíamos que íbamos flipar con el tallín bereber de huevos y verduras que nos iban a preparar.
Pasamos allí un buen rato al calor de la estufa y por fin decidimos que era momento de seguir el viaje, pese a que el cielo se estaba poniendo plomizo y comenzaba a lloviznar.
Ya solo nos quedaba hacer cosas de turistas, así que decidimos parar a ver el agadir (granero fortificado) de Ikounka. Fue aparcar y, mágicamente, apareció entre la lluvia un sospechosamente sonriente personaje que nos animaba a seguirle corriendo. Aunque no paraba de hablar, apenas chapurreaba francés, y nos pareció entender que él nos enseñaba el agadir, que serían dos minutos, que corriéramos tras él. Nos empezamos a mosquear un poco cuando para entrar se metió por la parte de atrás y quitó ramas y piedras que ocultaba el acceso, tuvimos que escalar y saltar en varias ocasiones, mientras nos animaba y nos hacía señas nerviosas para que lo siguiéramos. Tras el allanamiento nos señaló la cámara de videovigilancia y nos dijo que corriésemos para que no nos viese. Cuando llegamos a la puerta que daba al interior del agadir, obivamente no tenía las llaves y nos enseñó la parte de atrás del edificio. En tiempo record habíamos saltado varios muretes y habíamos rodeado por completo el agadir. En cuanto salimos, sonriente y haciendo aspavientos nos pidió una dádiva, que correspondimos de manera proporcional a su trabajo.
Llegando a las cercanías de Agadir, las niñas se pusieron pesadas con que se querían hacer un tatuaje de hena, así que Adolfo, el único razonable del grupo, decidió que él se iba al hotel y nos dejaba a nuestra suerte (aunque todavía no sabía que iba a tener que hacer un vadeo de los que crean afición si no te lleva la corriente).
El resto del grupo, con muy pocas esperanzas (pero Dios nos libre de frustrar los deseos de nuestras hijas), nos encaminamos a Agadir, en el peor momento del día: al anochecer de un día de Ramadán. Como era de suponer todo estaba cerrado, y la zona turística estaba más muerta que Torrevieja en enero. Tras varias vueltas, decidimos que mejor se pintaran con un Bic y se olvidaran de la hena.
La noche la pasamos en un riad en medio del monte, al Aubergue Zolado, un establecimiento caro, con una cena peor que mediocre y un desayuno para llorar.

BIGOUDINE – TANGER MED – ALGECIRAS
Esto se acabo chicos. Hoy, nuestro compañero de viaje, el viento, llamó a su colega la lluvia y nos escoltaron, de una manera constante y muy eficiente (ideal para ahogarte o lavar el coche) hasta llegar a Tánger. Allí, los amables y siempre serviciales oficiales de la aduana, decidieron que merecía la pena que os viajeros disfrutásemos de una hora de asueto mientras todos ellos (a la vez) disfrutaban de su merecida cena.
Consecuencia de la puntualidad y eficiencia local, unida a la de Trasmediteranea, llegamos al hotel a las 2 de la mañana, pese a todo, pensando ya en la próxima aventura.

Facebooktwitter