Travanca – Vilariño

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La ruta, en principio con dos coches, comienza sin mas preámbulos por la sierra de Montesinho.

El terreno está seco, por lo que hay que dejar bastante distancia de un coche a otro para no comer literalmente polvo en cantidades masivas. Encontramos el paso de la frontera entre España y Portugal.

La mañana discurre pisteando entre montañas y valles, entre los 750 y los 1.200 metros de altitud, las vistas son espectaculares, y algunas trialeras tanto en subida como en bajada no lo son menos, nos obligan a meter segunda reductora y negociar los pasos con tranquilidad. Comemos en el refugio donde pernoctamos en el 2011, ahora está cerrado a cal y canto.

Después de subir una de estas trialeras especialmente complicada y cuando creemos que ya está todo en orden empieza la bajada que es una autentica «Rain Forest». Luis que abre en ese momento tiene que bajarse del coche con frecuencia por que la maleza cubre el camino y no hay forma de averiguar dónde acaba el camino y donde empieza el barranco, tenemos un par de titubeos en dos zonas difíciles para orientarse y llegamos a Travanca justo a la hora que habíamos quedado con Santiago y familia. No terminamos de aparcar los coches y llegan ellos con una puntualidad británica.

La casa es una autentica pasada. De entrada es enorme, con una enorme cocina, enormes los dos salones que tiene y unas buenas habitaciones.

La señora que nos atiende hace un fuego en una de la chimeneas porque aunque durante el día la temperatura es ideal por la noche refresca, no en vano estamos a unos 1.100 metros de altitud.

Mientras unos se duchan otros compran algo de comida en la «tasquiña» del pueblo .

Las niñas se lo pasan bomba jugando con la pelota es esos salones espaciosos de la casa.

Al final el menú constara de: Rissotto de setas a la Gregoriana , potaje de garbanzos a la Luisenca y delicias de pollo empanados a la Santiaguina, todo ello acompañadas de un excelente Rioja, del que para ser sincero me quede algo corto, alguna botella mas hubiese caído. Nos vamos a la cama que para unos y otros el día ha sido cansado.

Hemos dormido de maravilla y el desayuno nos espera. La señora que lleva la casa rural nos ha traído de todo, café, zumos, mantequilla, pan para tostar, etc., etc. Algunos prefieren algo más fuerte y se comen unos huevos fritos. La verdad es que da pereza abandonar un lugar tan agradable.

Nos ponemos en marcha y Santiago y yo empezamos a testar nuestros nuevos juguetes de dos metros, van como un tiro y la calidad de audición es netamente superior a las de banda ciudadana y el alcance es también muy superior. Cuando las de 27 dejan de escucharse las de dos metros siguen dando juego y eso que llevamos dos walkis que emiten en solo 5 vatios en lugar de los 40 de las emisoras «de verdad».

Todo va bien hasta en un paso estrecho la antena del walki golpea con una rama, se dobla por la mitad y se parte, supongo que debe ser un defecto de fabricación, la desmonto y continuo con la emisora de banda ciudadana.

Las pistas son muy parecidas a las de ayer pero algo mas anchas lo que permite circular con algo más de soltura, pasamos un vadeo sin problema, no es muy profundo pero si es largo.

Tenemos un par de problemas con algún punto(en Portugal también algún labriego siembra en mitad de un camino) buscamos alternativas y se encuentran (bendito Topo de Portugal) te saca de todos los apuros imaginables, aunque a veces te mete por sitios que hace siglos no ha pasado un alma por allí.

Buscamos un lugar para comer y dese luego lo encontramos. Santiago ha visto unas mesas y bancos en Chaves al borde del rio Tamega, de manera que aparcamos los coches en la Alameda Galinheira y comemos en un lugar de lo mas bucólico, rodeados de césped y arboleda y con el río corriendo mansamente de fondo.

Da mucha «cosa» abandonar el sitio sin hacer una siesta en tan agradable lugar, pero la pista manda y tenemos por delante el tramo estrella de la ruta la subida al pico Larauco con sus 1.527 metros de altitud.

La ascensión empieza mostrando ya los dientes a los 800 metros de altitud y la segunda reductora se hace necesaria, mas adelante ha de ser la primera reductora, pues además de lo empinado de la pista es que la roderas son en algunos casos bestiales y en ocasiones llenas de rocas sueltas que hacen de la suyas en los bajos del coche si se las pisa mal.

Llegamos a una zona donde las roderas que veo hacen parecer juguetes a las anteriores. Encabezo en ese momento la comitiva y el Toy y yo nos tenemos que emplear a fondo para sortearlas. Luis tiene algún problemilla pero rápidamente lo soluciona y sube no sin alguna «rascada de bajos» después viene Santi y también sale airoso.

La pista en ocasiones desaparece bajo la maleza y no sabes donde narices apoyan las ruedas. Llego a una nueva rodera con cruce de puentes que me obliga a bajarme del coche para ver por dónde demonios la ataco. Ya he tomado mi decisión y por ahí no paso, me quedo empanzado, un suave tirón del winche de Santiago y a continuar por un paso alternativo menos complicado.

Por fin coronamos, Ha sido una subida larga, larga, larga y estamos cansados tanto por los meneos constantes del coche, como por la tensión, de manera que nos tomamos un refresco mientras vemos como un par de jóvenes hacen parapente, aunque parece que el viento necesario para «mantenerlos a flote» no está en su mejor momento.

Seguimos ya por una pista que a pesar de las piedras y de la tole ondule que tiene nos parece una autovía después de la subidita que hemos hecho y llegamos a Montalegre, donde tenemos reservadas habitaciones en Casa Fontes de Mijaireta. Muy limpio y muy agradable, el personal como siempre en Portugal encantador. Nos recomiendan un restaurante Casa Costa para comer y una vez aseados allí encaminamos nuestros hambrientos cuerpos.

Su especialidad «vitela do Barroso» (ternera) Pedimos unos entrantes de bacalao y Santi y yo nos animamos con los segundos y pedimos una ración de vitela para cada uno, luego se apuntan a lo mismo Sonia y Luis y pedimos otras dos y la chica que nos atiende nos dice que mejor dos para cuatro.

Madre mía cuando traen aquel pedazo de carne a la mesa, cada trozo debe pesar un kilo por lo menos, no cabe en el plato y las patatas asadas que trae de guarnición le dan el último toque. La carne es una delicia tierna y sabrosa y el precio mejor aun. Alguien dice que sobrara mucha comida, pero al final cae prácticamente todo, hemos cenado como buitres y a un precio de menú del día en España. Nos retiramos a descansar que mañana tenemos un trozo de ruta por la mañanera y luego el regreso a Madrid.

Un buen desayuno incluidos globos para las niñas y mientras los demás terminan me pongo a recolocar el coche, oigo un ruido raro a mi espalda y cuando me vuelvo me encuentro con el perro más grande que he visto en mi vida, es un San Bernardo y solo quiere una caricia, pero es que es descomunal, le hago un par de carantoñas en esa enorme cabeza y me llena de babas, en ese instante alguien pasa por el otro lado de la calle, que no debe ser de su agrado, la bestia parda (el San Bernardo claro) le lanza dos ladridos que hace que retumbe el piso y a mí de paso me «acongoja» por lo que le sugiero (con suaves empujones) que se largue cosa que hace dando muestras de su mansedumbre, como diría Santiago ¡Joder que situación!.

Lo primero es una visita al castillo de Montalegre del siglo XIII o tal vez XIV que se construyo para la defensa de las cambiantes zonas fronterizas de la época. Su preciosa y bien conservada torre del homenaje se alza a mas de 20 metros de altura. El castillo se encuentra en la actualidad en fase de restauración, una de sus torres al parecer se derrumbo en el terremoto que asolo Lisboa en 1755 y que irradio (a pesar de la enorme distancia) hasta esta zona, luego las piedras que conformaban esa torre derruida fueron utilizadas en la construcción de casas y muros.

Una rueda del coche de Luis parece estar pinchada. No vemos ningún clavo en la banda de rodadura, le damos un poco de aire y parece que aguanta, la perdida debe ser leve.

Un poco de pisteo «tonteando» con la frontera de España y Portugal y por fin salimos a Vilar desde donde ya ponemos dirección Madrid. Una parada a comer en las inmediaciones de un lugar muy verde, muy lleno de árboles centenarios y sobre todo muy, muy, tranquilo (concretamente un cementerio) y de ahí carretera y manta para casa.

Gracias como siempre a Luis y Sonia por su trabajo de preparación del viaje y por supuesto al resto de integrantes Santiago y Marilyn sin dejarme atrás a las niñas que se han portado de diez. Portugal como Cuenca o como Marruecos o como Túnez… o como tantos otros sitios nunca defraudan cundo se hacen en buena compañía.

Gregorio (escuderos4x4.com)

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