Fanhais – Aveiro

Facebooktwitter

Apenas han pasado un par de meses de nuestra última salida a tierras lusas y de nuevo nos lanzamos a una nueva aventura portuguesa. En esta ocasión partimos de Madrid tres coches Luisen y Santiago con sus familias y yo que lo hare una vez más en solitario. Luis y yo saldremos temprano y Santiago un poco mas tarde, por lo que nos encontraremos en Nazare, por la noche.

Llegamos a Nazare justo a buena hora para cenar un poco. Un larguísimo paseo por la playa y a la cama a descansar. Cuando regresamos nos encontramos con Santiago. Sale del coche con un paquetón y me dice que es un regalo para mí, lo abro y me encuentro con un precioso salacot que no dudo en ponerme para deleite de los viandantes.

Desayunamos como dice la canción » mirando al mar» que por cierto esta como un plato y en marcha. Entramos en pista y …. arena, arena, arena y mas arena, inmediatamente bajamos presiones a 1,5 que en principio parece suficiente, aunque en mi caso podría haberlas bajado un poco mas y me hubiese ido mejor.

Largas subidas, bajadas y mil bañeras que debemos ir sorteando con el elemento arena como común denominador. En una de esas el coche se me va y me inclino demasiado para mi gusto hacia la caída lateral , ruedas en la dirección de la caída y todo perfecto para salir «de la poza». Cada vez que intento salir de nuevo a la pista me ladeo un poco más y los arboles me pasan rozando, hasta que un árbol casi se apoya en la carrocería, no hay más de dos centímetros entre coche y árbol. Anclamos una eslinga a un árbol y tiramos con el winche en angulo recto, milagrosamente el coche sale sin rozar lo mas mínimo el árbol, casi no me lo puedo creer.

Después de comer nos acercamos a ver la duna del Inglés, su arena es como harina y el calor que hace es tremendo.

La mañana continua y ahora es Santiago el que nos da un sustito. Es lo mismo que me ha pasado a mí, coronas la duna y el coche se va hacía la caída sin remedio. En esta ocasión la inclinación es fea de verdad. Lo primero es asegurarle para que no vuelque y después tirando suavemente lo volvemos a poner es su posición.

Nos hemos metido unos cien kilómetros de campo y de ellos casi todo dunas estamos bastante cansados y por fin llegamos al camping donde pasaremos la noche. Santiago y Luisen con la familia lo harán en bungalows y como solo hay dos yo dormiré en una Caravana, muy bien por cierto, es pequeña pero no le falta detalle y la cama es muy cómoda.

Estrenamos la barbacoa que ha comprado Santi y nos sale una panceta realmente muy buena que regadita como de costumbre por unos riberitas hace que pasemos un rato muy agradable.

Abandonamos el camping y volvemos a las dunas, no llevamos ni media hora de duneo y una vez mas el coche que se me va y esta vez sin remedio «acaricio» a un árbol. Consigo evitar el golpe frontal, solo es un raspón en la aleta, seguro que con polis sale y continuamos camino.

Estamos cruzando una especie de arrollo seco y Santi que abre camino se queda, tiene ilusión por auto rescatarse de manera que se amarra a un árbol e intenta salir pero ni el potente winche puede hacer el trabajo, le ponemos la polea reductora y a la primera sale por sus medios, eso si la rueda izquierda delantera ahora tiene 5,000 kilómetros mas que cuando empezó la maniobra a base de derrapar sobre las piedras.

Hemos pasado un par de dunas bastante altas y nos encontramos con el camino bloqueado por un árbol seco caído, lo retiramos del paso con el winche y no hemos avanzado trescientos metros y nos encontramos con otros tres «cadáveres» en mitad de la pista, los apartamos igual que el primero y continuamos por ríos de arena (que son una autentica gozada) hasta llegar a la zona donde queremos acampar muy cerca del mar. Montamos el tinglado y preparamos unos garbanzos fritos con mucha cebolla, un poquito de ajo y bacón con unos huevos fritos que son la envidia de propios y extraños, un rato de charla y a la cama que hoy aunque algo menos han sido 80 kilómetros de duneo no exento de tensiones.

Amanece y tras desayunar un paseo para ver el Atlántico, que toda la noche nos ha estado arrullando con el sonido de un suave oleaje.

Nos ponemos en marcha para meternos en la odiosa «jungla» Portuguesa. Hay caminos que no se ven y las ramas son cada vez más gordas así que de nuevo mi antena de dos metros se parte y la de CB se dobla hacia atrás. Estamos intentado cambiar el recorrido pues es un destrozo para los coches. Vamos tirando por pistas arenosas más anchas pero de vez en cuando no hay más remedio que atravesar zonas de maleza bestiales. Esta planta australiana está devorando los caminos.

El día se está poniendo cada vez más feo, nubes negras amenazan con descargar y desde luego lo hace con verdadera furia. Es muy complicado circular por entre esa maleza lloviendo pues necesitas mover los limpia parabrisas y las ramas amenazan con tronchar los brazos del limpia en movimiento. Un poco mas de duneo ahora con la arena mojada, que se hace aun más pesada para circular. Estamos todos hartos de tanta maleza y buscamos la salida a carretera. Reponemos algo de bebida en un Lidel y paramos a comer. Nos da el tiempo justo, no acabamos de terminar y de nuevo a llover.

Ha escampado y de nuevo hace un día esplendido. La tarde la dedicaremos a turismo convencional. Primero Praia da Tocha con su largo malecón que recorremos hasta el final. Hay pescadores en la parte abrigada de la playa y surfistas en la zona abierta. Después un paseo por la praia da Mira, donde podemos ver las embarcaciones que usaban los pescadores con sus artes de pesca a bordo, los descomunales remos y el tractor que una vez finalizada la pesca traía la red a tierra con el pescado, muy curioso.

Ya por carretera a Aveiro La residencial Estrella donde nos hospedamos. La residencial solo se salva por la simpatía de su dueña y porque nos cobran solo 20 euros por dormir. No tiene parquin y la residencial esta en zona azul con lo cual nos toca dar unas cuantas vueltas hasta lograr aparcar los coches. El sitio es cutre, cutre, cutre. De entrada me toca subir tres pisos por unas crujientes escaleras de madera cargando con la maleta. La habitación en consonancia, la cama debió ser la de la niña del exorcista y el armario que hay enfrente no me atrevo a abrirlo pues me temo que saldrá de el la madre de Norman ya sabéis el de Psicosis. Me ducho en un rectángulo de cincuenta centímetros cuadrados en el que cada vez que me enjabono una pierna cierro el agua caliente golpeando el grifo con el trasero, en fin una locura.

Por internet Santiago ha descubierto un restaurante y allí que nos vamos. Está en la parte superior del lonja de pescado y sobre el canal en un lugar privilegiado, en la plaza do mercado do pexe. Encontramos mesa de casualidad, esta hasta los topes. La señora que nos atiende al principio nos parece algo antipática pero nada de eso, es encantadora y nos sirve de maravilla. Unas almejas, unos calamares y luego un arroz con marisco para unos y arroz con bacalao para otros, magnifico y abundante todo ello regado con un excelente viño verde, cenamos de lujo y a muy buen precio. un sitio muy recomendable.

Un largo paseo para empezar el proceso de digestión de tan abundante cena y a la cama.

Un desayuno degustando un buen café y los típicos ovos moles de Aveiro(dulces parecidos a las yemas de Santa Teresa) y carretera y manta. Todo autopista con una parada para poner gasoil y otra llegando a Ávila para comer de lo nuestro. Instalamos el toldo y a su sombra nos tomamos nuestras últimas reservas comestibles. Llegamos a casa sobre las cinco de la tarde.

Como siempre unos días muy agradables, un autentico palizón de arena, de buen comer y de buena compañía… mejor imposible.

Gregorio (escuderos4x4.com)

Facebooktwitter